Cometí un “Fashion crime” muy, pero muy imperdonable por culpa del maldito frío, la ola polar y toda la tontera.
Pero claro, como uno no rejuvenece precisamente, y como ya he recaído dos veces este año con la fucking influenza (o “influencia” como dijo Montserrat Álvarez en la tele, believe it or not), decidí cambiar un poco de estilo por algo de comodidad y madura prevención. Partí a Easy y me compré el par de botas de agua más horripilante del planeta. Son verdaderamente feas. Un modelo negro Bata Industrials, de módicos $4.990.
Debo reconocer que cuando desperté la semana pasada y noté que llovía a cántaros, dudé si salir a la calle o no con semejante aberración en las patas, pero de sólo pensar en pasar el día entero con los zapatos empapados, me calcé sin dudar, mis recién adquiridas vergüenzas.
Sorprendentemente, no me veía tan mal. Con el pantalón tapando casi todo, habría que haberse fijado mucho como para notar que no llevaba unos bototos negros. Pero como mi idea no era mojarme los pantalones, ni tonto ni perezoso, me chanté las botas con los pantalones dentro. Harto hot se me veían. Las baratijas de goma barata, finalmente tienen harto de fetish. En serio, se veían muy sado, como de porno alemana. Sentí que me faltaban sólo unos suspensores, una gorra de cuero y listo. Anduve todo el día creyéndome de lo más irresistible y sintiendo que exudaba feromonas al pasar. Es probable que no haya sido así y que la gente en realidad se espantara por mis botas macabras, pero da lo mismo.
En una de esas termino imponiendo una nueva moda (aunque sospecho que no).
Para completar el atuendo pluvial, me compré un paraguas del porte de Australia, con el que aparte de protegerme de los aguaceros, me enredo en las ramas de los árboles, desarmo moños de viejas y picoteo peladas por las calles, pero como no me mojo ni de chiste, me importa poco.
El resultado de todo esto es que ahora lo único que quiero es que llueva, para salir cual Gene Kelly en “Singin' in the Rain” a chapotear por Santiago sin temor a terminar empapado y luego delirando de fiebre y pasándolo como el hoyo en cama.
Cuando era pendex, me las daba de alternativo y me creía Morrissey (hoy sin duda sería Emo), amaba el invierno y depreciaba el verano con todo su calor, alegría y piluchismo. Como me he ido poniendo más frívolo con los años (gracias a Dios), ahora tolero cada vez menos el frío y viviría feliz en un clima tropical, todo esto del grado bajo cero, me viene fatal.
A veces pienso que el clima está mucho más relacionado con las personalidades y estados de ánimo de cada persona, de lo que sospechamos. Como les decía; antes, hace unos 15 años, era infinitamente más depresivo de lo que soy ahora. Quería que mi vida fuera como una película de Robert Bresson, en blanco y negro, triste y fría. Hasta que un día me aburrí, subí el termostato y abracé el color, el calor y
No es tan difícil cambiar de estación. Sólo hay que saber hartarse de vivir en un invierno constante y de a poco, darse la oportunidad de dejar entrar un poquito de sol.
JUL.