lunes, octubre 30, 2006

Donde Golpea El Monito

No, no es una continuación del post anterior, es el cuento que mandé a Santiago en 100 palabras y que a mi me gustaba tanto. Pucha, es que yo nunca gano, puh.

----------------------------------------------
DONDE GOLPEA EL MONITO


-¿Cuando estés en el cielo, vas a poder volver?
La delgada sombra en la que el padre se había convertido apretó la mano del niño y respondió sin dejar de mirar fijamente la enorme vitrina
-Voy a volver cuando el monito deje de golpear.
El niño miró desconfiado al desvencijado maniquí que insistía en dar golpecitos al vidro con un bastón.
Han pasado ya treinta años y el hombre en el cual el niño se convitió, sigue deteniéndose de vez en cuando frente a la misma vitrina, esperando que el eterno golpeteo termine.

----------------------------------------------

Igual tan penca no estaba,

JUL.

jueves, octubre 26, 2006

El Mono Pilucho

Es divertido recordar cómo se percibían las cosas cuando uno era un niño. Me acuerdo por ejemplo, que cuando me llevaron al Museo de Historia Natural, quedé impresionado con el tamaño del esqueleto de la ballena. Claro, como país no nos dio para tener los huesos de un dinosaurio, que pena. Yo debo haber medido con suerte unos 60 cms en esa época y para mi la ballena era una de las siete maravillas del mundo. La realidad es que el montón de huesos apolillados ya es bien insignificante si lo ves habiendo superado al menos el metro y medio. Lo mismo me pasó con la Virgen del san Cristóbal. Si, muy linda y todo, pero pequeñísima.
Cuando salí del concierto de Robbie Williams, hablé con Juampy y con Roberto que estaban por allá también. Quedamos de juntarnos en el clásico "mono pilucho". Y una vez que estuve ahí, recordé un momento decisivo en mi vida. Quizás el más significativo de todos.
Si mal no recuerdo, yo tenía cuatro o cinco años. Debe haber sido más o menos en la misma época en que me quebré un brazo andando en triciclo. Cada sábado, mi mamá nos llevaba a mi hermana y a mi a almorzar a la casa de su hermana. La micro en que nos íbamos pasaba por Av. Grecia, justo frente al Estadio Nacional. Yo iba siempre al lado de la ventana (me gusta la ventana, no el pasillo). Uno de esos sábados algo pasó. Quizás había un accidente o un vulgar taco, pero la micro quedó detenida justo enfrente de la estatua esta. De pronto me vi ante este enorme hombre desnudo y algo hizo "click" en mi pequeñísima cabeza. Me gustaba. Y no es que yo quisiera ser así cuando creciera ni nada por el estilo. Lo que yo quería era bajar de un salto de la micro, acercarme y recorrer con los ojos y con las manos cada centímetro de metal. Ese fue mi primer sentimiento homosexual y quizás no racionalicé en ese momento que iba a se mi condición de por vida, porque claramente ni siquiera tenía idea que la palabra homosexualidad existía.
Desde ese entonces, cada vez que me tocaba pasar por fuera del estadio, mi única preocupación era poder ver, por la mayor cantidad de tiempo posible, el cuerpo perfecto del señor del disco. A veces me quedaba pensando por horas cómo sería poder tocar un cuerpo así. Después comencé a notar que por la calle, en la piscina, en la playa y en todas partes, transitaban especimenes de carne y hueso que bien pudieron haber sido perfectos modelos para todo un ejercito de relucientes y fríos "monos piluchos". Como aprendí a leer bien chico, de puro intruso, no hubo artículo de revistas o definición enciclopédica acerca de la homosexualidad que se me pasara por alto. En un comienzo me asusté bastante. Veía con horror que no había personas parecidas a eso que yo sentía que me convertía. Hasta que en alguna publicación sobre la adolescencia descubrí que muchas personas pasaban por una "fase homosexual", totalmente normal y que luego pasaba, como por arte de magia.
Por supuesto que ese fue el gran alivio que necesitaba. Podía fantasear a mis anchas con John Travolta y su atuendo de gamuza mega-cuma de "Staying Alive" sin ningún remordimiento porque "se me iba a pasar".
Durante mis primeros años de despertar sexual, algunos de mis compañeros me encantaban, pero igual me daba besos con mis amiguitas en los recreos y tenía pololeos que duraban entre 4 horas y 3 días aproximadamente. Todos, sin excepción fueron una lata absoluta. No había caso, pero filo, había que seguir experimentando hasta que la "fase" pasara.
Una noche, nos dieron permiso a mi hermana y a mi para quedarnos viendo "Fama", la película de Alan Parker, por la tele. Yo rayaba con las secuencias de baile y con el forrazo del negro Leroy. Me gustaba también la historia del colorín que estaba tan dudoso de sus preferencias sexuales. Creo que fue la primera vez que veía una película con un personaje que me representaba totalmente. En un momento, él le contaba toda su verdad a su amiga, esa crespa perna que cantaba increíble. Yo estaba al borde de las lágrimas con la escena, hasta que él le dice un diálogo más o menos así:

" Siempre pensé que todo esto sería una fase de la adolescencia, pero ¿sabes qué?? No es una maldita fase, esto nunca cambiará!"

Me quedé helado. No podía pensar, no podía escuchar nada, salvo el sonido que hacía mi cerebro funcionando a mil. No había enciclopedia ni libro "Qué Me Está Pasando?" que sirviera, esas palabras, dobladas en español neutro por algún mexicano las sentí como una sentencia de muerte. Me descompuse y me aterré.

Ahora pienso que tal vez ese fue el momento en que comencé a crecer de verdad. Me vi forzado a sentarme, con la cabeza bien fría y pensar cómo iba a intentar vivir mi vida ahora que estaba convencido que era homosexual. Volví a buscar información como mejor pude (recuerden que Internet era ciencia ficción en esa época), y de a poco me fui entrenando en diferentes áreas, como "cómo actuar con la familia, sobre todo con tu abuelo homofóbico" y "cómo pasar piola en el colegio, para no ser el colita a quien todos querrán patear"

Es complicadísimo todo esto de darte cuenta que tu forma de sentir y de vivir no es la más convencional de todas. Sobre todo cuando te das cuenta tan chico. También recuerdo un momento de horror mayúsculo, cuando un fin de semana, a comienzos de los 80's, almorzábamos con mi familia en el comedor chico, con la telel encendida. Las noticias informaban acerca de una nueva y mortal enfermedad. "La Peste Rosa", un virus extremadamente complejo, que hacía estragos entre los homosexuales.
Yo miraba esto con los ojos desorbitados.¿Una enfermedad que le daba sólo a los gays? "cagué, tengo Sida" fue lo primero que pensé. Claro, ahora me da risa y me provoco ternura yo mismo, pero en ese momento lo pasé fatal. ¿Qué iba a hacer?¿preguntarle a mi mamá si a mi también me iba a dar la Peste Rosa?

Luego de vivir engañadamente desahuciado por varios meses, la información oficial comenzó a llegar poco a poco. Respiré un poco más aliviado y al poco tiempo ya sabía incluso las precauciones que iba a tener que tener cuando me llegara la hora de experimentar el sexo. Así de preparado estaba.
No les voy a mentir y decirles que no tuve varias crisis de negación, miedo y rabia por todo lo que mis hormonas y mis genes dictaban. Pero si debo contarles que en líneas generales, tuve todo muy claro desde antes de cumplir diez años.

Volver a estar hace unas semanas tan cerca de esa estatua que me hizo despertar, fue bien especial. Me hizo volver atrás, verme de niño y darme cuenta todo el camino que he recorrido.
No cambiaría absolutamente nada. Estoy orgulloso de lo que soy y de lo que tuve que vivir para ser quien soy hoy.

Besos y abrazos para todos,

JUL.

jueves, octubre 19, 2006

Mis Vacaciones

Mis vacaciones han resultado ser completamente diferentes a lo que me había imaginado. De partida he carreteado mucho menos de lo que temí. Lo que no quiere decir que no me moví bastante los días que correspondía hacerlo, dejemos eso claro desde el principio.
El primer día sin obligaciones de ningún tipo no pude dejar de pensar en la oficina y cómo se las iban a arreglar sin mi. No es que me crea indispensable (aunque sospecho que lo soy), pero no podía más que imaginar un caos total. Al segundo día se me quitó la tontera y la verdad es que no había pensado en la agencia hasta ahora que estoy escribiendo esto. Supongo que uno de los propósitos de estas vacaciones se está cumpliendo.
Sin lugar a dudas, dentro de los “grandes éxitos” de estas semanas de ocio fue el concierto de Robbie Williams. Como les había contado, gasté una cantidad pornográfica de plata en mi entrada de “cancha VIP” (el nombre más ridículo y vergonzoso para denominar una ubicación en lo que va de historia universal), y la verdad es que valió cada centavo gastado. Ese martes, desperté al alba, y no pude seguir flojeando en la cama de lo puro nervioso que andaba. Mi polera conmemorativa del evento ya estaba lista, el ticket estaba cuidadosamente guardado en mi billetera y yo estaba listo para partir a disfrutar. Nada habría estado mal si no hubieran sido recién las diez de la mañana. No se si fue de aburrido, ansioso o por la imagen que me devolvió el espejo, pero no encontré mejor idea que matar el tiempo en la peluquería, dejando en manos de Erwin mi cabeza y el desastre capilar que vi cuando me levanté. Debo reconocer, con mucho pudor, que mi fantasía tipo Amalia Granata (o como se llame esa atorranta) aún existía, por lo tanto, ¿cómo iba a dejarme caer por el Estadio Nacional con el pelo a lo Mafalda?, existiendo la posibilidad de que Mr. Williams me viera en la multitud y me sacara al escenario para cantarme “Angels” al oído, o que despistado como soy, cuando todo terminara, en vez de salir a Av. Grecia al clásico encuentro en el “mono pilucho”, me metiera sin querer al camarín de Guachón y que entonces nos hiciéramos amigos inseparables de la vida, al darse cuenta él de lo simpático que soy. OK, nada de eso ocurrió, pero al menos me corté el pelo y me creo la muerte porque me veo la raja.
En fin, que yo iba al concierto total y tristemente solo porque nadie quiso gastar tanta plata en la entrada mega-expensive, así que tuve toda la libertad de hiperventilarme con la hora de llegada. No se rían, pero llegué al estadio a las 16:30 hrs. En todo caso, no fue tan exagerado, porque ya habían abierto las puertas y la gente ya se apelotonaba en la reja que separaba la cancha del escenario. Hacía un calor de la puta madre y claro, yo me había privado ya de la ingesta de todo tipo de líquidos, porque con lo meón que soy, seguro que me venía la urgencia de mear en la primera canción. Claramente no iba a repetir la hazaña de mear en una botella, camuflado por la multitud, como alguna vez me vi forzado a hacer y que jamás revelaré en este blog, por miedo a mancillar mi inmaculada imagen cool. La cosa es que ahí estuve, horas de horas, fumando como gitana aburrida, mirando el reloj cada cuatro minutos y pensando en si me deshidrataría o no antes de que comenzara el show. Gracias a Dios, nada malo pasó. No me transformé en una momia de Guanajuato ni me desmayé como le tontona de la Kenita. Incluso dormí, bien regio, casi una hora completa en plena cancha del Nacional (puedo dormir donde sea y en cualquier condición, lo confirmé). Yo tenía toda la tincada de que el concierto comenzaría puntualmente, porque Robertito es un british gentleman y tal, y claro, una vez más no me equivoqué y a las 21:00 hrs en punto, las luces se apagaron y su servidor gritó como una quinceañera. Yo ya había escuchado a unas pendejas rubias muy minas, que comentaban que el concierto partía con Williams emergiendo por un foso en la punta de la pasarela que se adentraba unos 40 metros entre el público. Como no soy nada de pavo a veces, hice una maniobra para pararme justo en el lugar preciso cuando todo el mundo hacía exactamente lo opuesto: aplastarse y pisarse para acercarse lo más posible al escenario. De pronto, comienzan a explotar bolas de fuego por toda la pasarela. Yo lo encontré peligrosísimo, porque de verdad que te quemaban la cara. Yo no podía pensar en más que mi peinado nuevo. Menos mal que Erwin no me echó laca, porque seguro que me hubiera inflamado en un segundo. Pero como sería capaz de quemarme a lo bonzo por Mijito, no me moví del epicentro del infierno. De repente, entre mucho humo y el rugido ensordecedor de la gente, tal como las cabras chicas gritonas habían profetizado, ROBBIE WILLIAMS estaba parado frente a mi, micrófono en mano y cantándole directamente a Julius, que debió hacer un gran esfuerzo por no explotar de felicidad y por no relajar los esfínteres con resultados inadecuados y humillantes.
Fueron dos horas de felicidad plena, puta el concierto bueno!! Si hasta logré ver a escasos metros, el trasero perfecto de Robbito cuando se bajó los pantalones (sin duda LA imagen más recordada en este recuento vacacionil).
Bueno, luego de contarles todo esto, cualquier cosa que haya hecho parece bastante fome, porque ni siquiera he salido de Santiago. Mis planes para arrancarme a unas termas y hacer que me embetunaran con barros milagrosos y me abanicaran con unas ramas de palmera, nunca se concretizaron. En cambio he estado todo este tiempo, despertando de manera natural a diversas horas, completamente alejado de computadores y teléfonos, cambiando el escritorio y el estrés por la bicicleta y largas tardes de vitrineo (alguna que otra compra, claro está), siestas reponedoras y ocio total. No han faltado los carretes desenfrenados, cañas satánicas, tardes deportivas con Lukas y JP, enamorarme definitivamente y para siempre de Penélope Cruz, darme cuenta que la Virgen del cerro es mucho más chica que mi recuerdo de la niñez, ir a bailar solo a lugares donde siempre voy acompañado, darme cuenta que amo la cocina y que le pego bastante, ver pésima televisión a media tarde, besar a un hombre que no es JP y que me elevó el ego aún más de lo que ya estaba y mil cosas que han transformado estos días en que se supone que “no he hecho nada” y que se sienten como si hubiera hecho mil cosas.

Los veo luego, cuídense.

JUL.

lunes, octubre 02, 2006

Julius takes a break

On Vacation

Julius se va de vacaciones. Necesita descansar.
Es probable que no se conecte a internet por semanas, como también es posible que se aburra como una ostra y pase metido en el cibercafé. Pensar que Telefónica pudiera ir a instalarle de una buena vez la banda ancha en su humilde morada, es surrealista.

Julius espera volver cargado de excitantes aventuras, intrigas, experiencias religiosas y habiendo conocido "biblicamente" a Robbie Williams, cuando éste se enamore del buen Jul al verlo entre la multitud la próxima semana...

Mientras tanto, esperenlo con ansias y no lo echen al olvido.

See ya!!!!!!