Playa, orejas y empanadas.

Tenía demasiadas ganas de quedarme en Santiago. Tenía listo en la mente mi panorama, que consistía en dormir, ver muchas películas y mantenerme ajeno a cualquier tipo de celebración dieciocheras.
El dieciocho debe ser una de mis efemérides menos favoritas. Para mi, lo único bueno que tiene son los feriados y las empanadas por montones. Aparte de eso, lo siento pero nada me gusta demasiado. Tal vez ustedes pensarán que soy poco patriota, pero la gracia de todo esto, es que cada uno piense lo que quiere; es un país libre.
Yo tenía presupuestado ir donde mi mamá a comerme el 90% de las empanadas que iba a hacer el día 18. JP se iba a la playa a pasar el fin de semana con mis suegros. Pero mi mamá tuvo la genial idea de correr el magno evento cebollero para el 19.
Sin excusa para mi lánguido itinerario del fin de semana, partí con JP y Robert (y un excitadísimo Lukas) rumbo al Pacífico.
No puedo quejarme, lo pasé increíble. Incluso cuando la familia política en pleno decidió ir a LAS FONDAS. Con mi mejor cara de yerno ideal me hice la idea de esquivar borrachos jugosos (le tengo pánico a los curados patriotas), pisar caca de caballo, masticar polvo e intoxicarme con anticuchos de dudosa procedencia.
La sorpresa fue que las fondas de Algarrobo estaban de lo más entretenidas. Me impactó la población de wachones del litoral central (estuve toda la noche con los ojos desorbitados), había al menos unos doce que eran para reunirlos y enriquecerse con una agencia de modelos y/o escorts.
Lo más divertido es que como igual hacía frío, JP tuvo la genial idea de agarrar el primer gorro que encontró en el closet de su hermano chico. El gorro en cuestión no hubiera sido nada de especial si no hubiera sido marca Disney y además tuviera pegado dos sendas orejas de Ratón Mickey. Al principio yo estaba muerto de vergüenza ajena y procuraba mantenerme lo más alejado de él en lo posible. A la gente al parecer le causaba gracia el atuendo y nadie quería golpearlo por ridículo o por yanqui así que me relajé. Lo mejor fue cuando el clásico curado de fonda se le colgó del cuello a JP, emocionadísimo y le gritaba "Conejito!!!, Conejito!!!". Fue aterradoramente divertido.

El resto de los días pasaron entre intensas partidas de "revoltijo", comidas opíparas, paseos por la playa (a Lukas casi se lo llevó el mar) y un reconfortante paseo a Viña para conocer a la guagua de la Karen (La tabla de pasteles del Enjoy del Mar no estuvo nada de mal tampoco).
Ayer fuimos a lo de mi mamá, JP se comió más empanadas de lo que una persona normal puede tragar y en la tarde el relajo fue total...Dos buenas películas y DORMIR, al fin.

Estas fiestas patrias fueron muchísimo mejor de lo que me hubiera podido imaginar. En una de esas me reconcilio con estas fechas definitivamente. De todas formas, dejémoslo como una idea, no me gusta comprometerme a cosas que no se si podré cumplir.

Un abrazo para todos.